Fórum EuropeG

España ¿lista para el rescate?

El presente debate tiene por objetivo analizar si es necesario o no que España solicite el rescate y en qué momento, evaluando los costes y beneficios que tal medida podría implicar para la economía española y la zona euro en su conjunto.

El primer debate del Fórum de EuropeG sobre la necesidad de que España pida el rescate financiero a la UE ha puesto de manifiesto la existencia de un amplio consenso que considera que España debería demandar la ayuda a la UE cuanto antes. Existe la convicción mayoritaria de que el rescate de España es inevitable y que su aplazamiento sólo puede agravar las condiciones del mismo.

Por otra parte, también se constata que el rescate y las medidas de austeridad que conlleva son insuficientes para volver a activar el crecimiento económico. La crisis ha puesto de manifiesto igualmente que los actuales instrumentos europeos en manos del Banco Central Europeo (BCE) y el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) resultan insuficientes para ayudar efectivamente a países del tamaño de España.

La posible petición de un rescate por parte del Gobierno español ha dominado el debate sobre la política económica del Gobierno durante los últimos meses aumentando la confusión entre los ciudadanos por tratarse de una doble petición de ayuda. Por una parte, estaba la demanda realizada por el Ejecutivo el pasado mes de junio, en la que las autoridades españolas solicitaron a la UE una ayuda financiera de hasta 100.000 millones de euros para salvar a buena parte de las entidades con dificultades. De este primer rescate bancario todavía no se ha recibido un euro y la cuantía final que el Gobierno solicitará está pendiente de la evaluación que hará Bruselas a finales de este mes de los planes de reestructuración que presentado Madrid de los cuatro bancos nacionalizados. En algún momento se ha barajado la posibilidad de que parte de estos recursos se pudieran emplear también para la compra de deuda, opción que ha perdido fuerza posteriormente.

El segundo rescate, que es el que ha sido objeto básicamente del debate de EuropeG, se efectuaría a través de la compra de deuda pública por parte del BCE en el mercado secundario o por el MEDE en el mercado primario. Por el momento, la cuantía de estas operaciones está por decidir. La última posición del Gobierno apunta a que no pedirá formalmente el rescate hasta 2013 por estimar que tiene las necesidades cubiertas hasta fin de año. La mayoría de expertos consideran que este retraso en la petición de la ayuda es bastante peligroso porque existe el riesgo de tener que realizarse más tarde en condiciones más adversas.

Rescate inaplazable
Las posibles explicaciones del retraso en la petición del rescate, que se recogen a continuación, resultan muy poco convincentes para la mayoría, aunque no se puede descartar la existencia de razones desconocidas que puedan justificar la no actuación del Ejecutivo.

1) El Gobierno no ha hecho la petición porque quiere conocer previamente las condiciones que exigirá la Unión, como la intensidad del ajuste presupuestario. Este argumento podría tener cierto sentido, pero ya vemos que sin la existencia de una solicitud de ayuda, la Comisión Europea exigió la semana pasada un nuevo ajuste presupuestario a la vista de los recientes desvíos en el cumplimiento del déficit. El ajuste presupuestario de España en cualquier caso parece ineludible y no hay atajos posibles por lo que se insta al Gobierno a realizarlo y asumir los costes que ello conlleva.

2) España no ha presentado una demanda de ayuda por no tener la absoluta certeza de que Alemania u otros socios están dispuestos a concederla. Sin duda, es una razón de prudencia pero es un riesgo que difícilmente se podrá evitar en el futuro pues siempre estará condicionado por el debate político interno que exista en determinados países europeos.

3) El Gobierno habría esquivado la solicitud del rescate ante el relativo relajo de la prima de riesgo después del verano. Confiar en la actual “calma chicha” de los mercados resulta imprudente. La realidad, no obstante, es que la prima de riesgo, el indicador indirecto del coste de financiación de la deuda del Estado, ha vuelto escalar de nuevo durante los últimos días hasta cerca de los 450 puntos, lo que supone tipos de interés próximos al 5,8% y nadie puede garantizar una nueva espiral y el riesgo de tener que pedir la ayuda en peores circunstancias.

4) Las razones exclusivamente políticas podrían haber aconsejado postergar la demanda de financiación de la UE para rebajar el coste de la deuda. El Gobierno podría haber intentado evitar la pérdida de reputación que supone la demanda de ayuda hasta que se hayan celebrado las elecciones autonómicas en tres comunidades. Si la razón del aplazamiento hubiera sido su eventual coste electoral, la experiencia ha demostrado que si no se hace lo debido, se acaba haciendo lo que se debe y además se pierden las elecciones, como le ocurrió a Merkel en los comicios regionales en mayo de 2010 y otros que le sucedieron.

5) El factor Draghi. El Gobierno español cree que el presidente del BCE, Mario Draghi, hará todo lo que posible para evitar que una crisis de la economía italiana que arrastraría al jefe del Gobierno, Mario Monti. Por esta razón está convencido de que el BCE actuará rápidamente ante un eventual problema que afecte a Roma. Teniendo en cuenta que cualquier dificultad seria de la deuda española afectaría a la italiana, el relativo blindaje del BCE a Italia se extiende en la práctica a España. Esta especial relación entre la deuda de Italia y España podría explicar el aplazamiento de la petición del rescate por parte del presidente Rajoy. Otros analistas dudan, no obstante, de que Draghi tenga un cañón Bertha de tanto alcance.

6) Razones que sólo conoce el Gobierno. De todas formas aunque hay un consenso como hemos visto que estima improcedente el retraso en la petición de ayudas, voces autorizadas advierten que quizá el Gobierno debe tener sus propias razones para abstenerse de actuar y que sin conocerlas resulta imprudente pronunciarse.

7) Falta de garantías por parte del BCE. Por otra parte, quizá Rajoy no se ha animado a solicitar el rescate ante la falta de un compromiso de Draghi. En este sentido cabe recordar que el pasado día 8, Mario Draghi renunció a prometer un límite de la prima de riesgo española a niveles de 200 puntos, si España pedía el rescate, tal como pretendía el presidente Rajoy.

Rescate insuficiente
Algunos miembros del Fórum EuropeG coinciden también en que el rescate no es suficiente y que por sí sólo no implicará una recuperación de la economía. Más allá del rescate y del ajuste es necesario un plan que genere crecimiento. Existe una clara preocupación porque las políticas de austeridad a ultranza han fracasado por lo que se requiere que las exigencias que establezca la UE para conceder el rescate contemplen plazos y condiciones realistas. Se constata además que esta deficiencia por no priorizar suficientemente las políticas de crecimiento es algo que se señaló ya hace 20 años.

Insuficientes instrumentos e instituciones de la UE
El retraso en la concesión de soporte financiero a los países con dificultades (Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia) a partir de mayo de 2010 exigió la creación de instrumentos contra reloj como el fondo temporal FEEF y el permanente MEDE, pero cuya dotación bruta máxima de 500.000 millones resulta insuficiente cuando las necesidades de España son de un billón y las de Italia de dos billones.

Las decisiones adoptadas por el BCE también han sido muy relevantes. La concesión de más de un billón de euros de liquidez a la banca, la compra de deuda pública de los países con problemas por más de 211.000 millones y sobre todo la decisión de su presidente Mario Draghi de “hacer todo lo necesario para salvar el euro y créanme que será suficiente”, han sido determinantes para evitar catástrofes mayores y puedan justificar la parsimonia de las autoridades españolas en fiarlo todo al brazo armado del Banco Central y evitar así el rescate.
Existen voces autorizadas, que sostiene que mientras la UE no esté equipada con todos los instrumentos financieros y cortafuegos necesarios, la gestión del Gobierno es más determinante que nunca porque los márgenes de actuación son menores.

Andreu Missé


¿TANTO PUEDE EL GRAN BERTHA ESGRIMIDO POR DRAGHI?

Dos o tres meses atrás, y con anterioridad, España aparecía condenada a un rescate financiero por el cierre de los mercados crediticios exteriores y la huida despavorida de los inversores. El rescate se hacía preciso para restaurar la confianza y disponer del tiempo imprescindible para restablecer el crecimiento sobre las bases sólidas de unas políticas congruentes y creíbles. En este sentido, se trataba no solo de asistencia financiera, sino de condiciones y vigilancia muy estrictas. Sin estas últimas la primera sería baldía.

Recordemos el por qué de la situación de entonces y su desesperación. Era, y sigue siendo, a pesar del respiro de los mercados, una cuestión cierta de aritmética: Lo elevado de las primas de riesgo hacía explosiva la carga de la deuda española -pública y privada- Ello alentaba las expectativas de reestructuración, con las quitas correspondientes. La marcha de los inversores era inmediata. El aumento de los costes y, sobretodo, la falta de disponibilidad de la financiación contraían las decisiones de gasto y producción, alimentando un circulo vicioso. La deflación es su corolario. El descrédito, un buen epítome. El déficit público galopa sobre ellos y amenaza con la desestructuración social.

Hasta aquí hemos llegado por las incongruencias políticas, la circunvalación de sus efectos, el diferimiento de lo inevitable y el aplazamiento de las decisiones; en suma, por la maldita palabra con nombre de pecado: procrastinación. El problema no es por tanto de déficit institucionales europeos, sino de nuestra propia gestión; es más, en tanto que existan estos déficit institucionales, los márgenes de maniobra son menores y las exigencias de rigor insalvables.

El retorno de la inversión exterior y el restablecimiento fluido del crédito exterior requieren lo mismo que hubiera sido preciso para evitar la pérdida de confianza: políticas claras y coherentes, decisiones sólidas y ejecución muy rigurosa. Solo que ahora es necesario que aparezcan como condiciones fehacientes de un rescate o asistencia financiera exterior, sujeto a la vigilancia estricta de los garantes y acreedores últimos.

Al igual que ocurre con las devaluaciones a la hora de resolver crisis de balanzas de pagos y muy especialmente cuando se trata de crisis financieras, para que el rescate o asistencia financiera sea eficaz y eficiente debe de ir aparejado con un programa completo de saneamiento y con políticas firmes que restablezcan el crecimiento.

El efecto Draghi es incuestionable, pero no suficiente ni eterno; especialmente si alguien no carga el cañón y se comprueba que tiene pólvora y funciona.

En fin, que seguramente habrá rescate y no será virtual ni liviano.

José Pérez


Más que probablemente tanto España como la UE están "listas" para afrontar el rescate a la economía española. Pero todo indica que mientras se mantenga la actual tregua relativa en los mercados de deuda, esta disponibilidad no se convertirá inmediatamente en hechos. Algunos factores, nada exentos de argumentos lógicos, aunque más de orden político que estrictamente económico-financiero, aplazan la ejecución del rescate.

Desde ciertos Estados miembros decisivos, como Alemania, destaca la conveniencia de espaciar las apelaciones de la canciller ante el Bundestag para solicitar el apoyo a sucesivos paquetes de apoyo en favor de los países sureños. Desde el lado español, sobresale la reciente reducción de la prima de riesgo con ocasión de las últimas emisiones del Tesoro, que de prolongarse en el tiempo permitiría gozar de algunos efectos benéficos de la petición de ayuda, sin costes asociados. Entre ellos, el riesgo que supone la necesidad de unanimidad en la eurozona, siempre volátil; el deterioro de la imagen del Gobierno peticionario; o la penosa experiencia de los anteriores rescates a países periféricos, singularmente los --mucho más duros-- de la primera generación.

De modo que en ausencia de una importante turbulencia en el mercado de deuda pública --que siempre puede aparecer de improviso, ése es el riesgo-- los incentivos a la ejecución del procedimiento ceden paso a las presiones en favor de aparcarlo. La situación puede cambiar súbitamente en cualquier momento, amenazando a España con un aumento exponencial en los tipos de su deuda e inhibiendo al Reino y a las empresas su acceso a los mercados financieros.

La tendencia a considerar la posible imprudencia de esta inacción debería matizarse por la existencia del "efecto Draghi". En efecto, el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, ha hecho y hace cuanto puede no sólo por la estabilidad de la eurozona (barras de liquidez, compromiso de compra condicionada de deuda de países tambaleantes), sino también de forma muy específica, por evitar una caída de la economía italiana, que arrastraría al presidente del Consejo, Mario Monti. Existe evidencia empírica de este sesgo, al cabo positivo, tanto en las compras de deuda de agosto de 2011, como en las ofertas de liquidez de diciembre de 2011 y febrero de 2012. Pues bien, no sólo lo ha hecho, sino que lo hará: es obvio que de ello, como de cualquier futurible, no hay evidencia empírica. Pero sí es cierto que esta convicción figura en la agenda íntima del presidente del Gobierno español. Su corolario es obvio: si el presidente del BCE está dispuesto a actuar de urgencia ante cualquier problema mayor que afecte a Roma, y teniendo en cuenta que una turbulencia significativa en la deuda española constituiría en la actual circunstancia uno de esos problemas para la economía italiana, el relativo blindaje del BCE a Italia se extiende a España. De ahí la parsimoniosa secuencia de los hechos y el aplazamiento de la petición de rescate.

Xavier Vidal-Folch


El posible rescate de la economía española tiende a plantearse sin definir qué puede faltar de los ajustes pendientes para su solicitud y cual sería el apoyo efectivo del MEDE y del BCE, si aquel se efectúa. Son dos cuestiones críticas, ya que apuntan, por un lado, a cual sería la condicionalidad requerida. Y, por el otro, a cual podría ser el alcance real de las medidas de apoyo.

¿Qué queda, en el corto plazo, por hacer? Básicamente, la reforma en profundidad del sistema de pensiones. Su diseño actual, y las perspectivas de empleo para los próximos años, sitúan el déficit de la Seguridad Social en primer plano. Su reforma exigiría avanzar el calendario de incrmmento de la edad legal de jubilación (ahora pendiente hasta 2027), alargar el período de cómputo de las contribuciones hasta el conjunto de la vida laboral y ampliar el número de años exigidos para tener derecho al 100% de la base reguladora, desde los 35 actuales a, quizás, los 42 franceses. Por ello el gobierno pospone ese debate al final de los actuales procesos electorales. Y, por ello también, el gobierno intenta pasar la maroma, esperando que la actual calma en los mercados se consolide y profundice y le evite este nuevo trago.

¿Qué pueden, razonablemente, hacer el MEDE y el BCE? La deuda pública española finalizará 2013 en el entorno del 90/95% del PIB, es decir, cerca del billón de euros. A los que hay que añadir los 2 billones de deuda italiana. Frente a estos volúmenes, el MEDE dispone de 500.000 millones brutos (hay que descontar las aportaciones española e italiana, por descontado). Por tanto, el rescate de España debería ser blando por definición, dada la cuantía de recursos hoy disponibles.

Finalmente, ¿y el BCE? El OMT (Outright Monetary Transactions) hasta ahora ha sido sólo un anuncio, cuyo real alcance habrá que situar en el contexto del incremento del balance del banco central. Su activo se ha doblado desde el inicio de la crisis, básicamente por las inyecciones de crédito a la banca, desde cerca del 16% al 33% del PIB de la eurozona entre septiembre de 2008 y junio de 2012. De hecho, su balance es el más hinchado de los grandes bancos occidentales. Entre las mismas fechas, la Fed lo ha incrementado del 6,3% al 18,5% del PIB de los EEUU, el Bank of England del 6,4% al 15,1% del PIB británico o el Bank of Japan desde el 22,0% al 30,3% de su PIB.

Por ello, no cabe esperar grandes actuaciones de compra de deuda en los mercados secundarios. De efectuarse, ello podría implicar, más que un aumento de su balance, su reestructuración. Es decir, menor crédito bancario y más deuda pública. Teniendo en cuenta que nuestra banca tiene crédito vivo en el BCE por un valor próximo a los 450.000 millones (sobre un crédito total cercano a los 1,2 billones de euros a finales del pasado septiembre) no parece que el OMT pueda ser una alternativa especialmente radical.

Finalmente, un último comentario sobre el potencial impacto de las compras de deuda por el BCE. Éste acumula en su balance del orden de 200.000 millones de deuda (griega, portuguesa, irlandesa y, en menor medida, italiana y española), procedente de su programa anterior. No parece que el impacto de esas pasadas compras fuera muy substancial. En especial para un país como España que, entre nuevo déficit y refinanciaciones, debe buscar anualmente en los mercados en el entorno de los 200.000 millones de euros.

Josep Oliver


Ser europeista en estos momentos requiere una voluntad de acero. Es verdad que si contemplamos las medidas que se han tomado en estos 2/3 últimos años, nadie podrá negar que el proyecto europeo ha avanzado sustancialmente, sin embargo las medidas adoptadas si bien han evitado, hasta el momento, el colapso del euro y la implosión de la misma Unión Europea, no han conseguido recuperar una senda mínimamente aceptable de crecimiento. De ahí que la complicidad de la sociedad europea con el proyecto de construcción de una unión política en Europa este bajo mínimos. La situación del Reino Unido es la muestra más extrema de esta desafección y lo que es peor parece que se acepta de manera resignada dicha situación por parte del resto de países de la UE.

La sociedad española, aunque con una voluntad europeísta muy destacada, no es ajena a este creciente euroescepticismo. El impacto de las medidas de austeridad ocupa sin duda, un lugar destacado para explicar dicha actitud, aunque matizada por el íntimo convencimiento de que una cuota notable de responsabilidad nos corresponde a nosotros mismos para explicar la situación de la economía española.

Pero esta no es la única razón, lo que de verdad descorazona es como se toman las decisiones -cuando se toman- y como se llevan a cabo. Los acuerdos del consejo de finales de Junio son un buen ejemplo: Qué ha pasado con los medidas de estímulo que se aprobaron entonces? No podríamos evitar el va y viene en la definición del alcance e implementación de la Unión Bancaria? El rescate de la economía española –más allá del debate semántico- tampoco es ajeno a este proceso de toma de decisiones. Hay consenso en la bondad del rescate, parece que las condiciones están suficiente convenidas -y digo parece porque no deja de ser sorprendente la poca transparencia con la que se conduce el debate- Qué es entonces lo que impide materializarlo? Todo parece -volvemos al parece- que la razón más importante es la oportunidad política. Elecciones autonómicas desde la perspectiva española o presuntas dificultades en los procesos de aprobación en el parlamento de la RFA y de algún otro país.

En fin o la UE se dota de instrumentos más poderosos para tomar decisiones, lo que de algún modo supone avanzar hacia la Unión Política, o este va a ser un proceso similar al de un enfermo al que se le ha prescrito cicuta a dosis homeopáticas!!

Martí Parellada


Comentaba esta semana en un almuerzo Lionel Barber, director del FT, que Europa no necesita visionarios sino ejecutores. Con su fina ironía inglesa, recordaba todas las "visiones" a propósito del Tratado de Lisboa y los objetivos de convertir Europa en 2010 en la zona económica más competitiva del mundo.

Hoy, agrego, ni siquiera hay una visión clara. Hay visiones múltiples, afectadas por los intereses nacionales de los miembros de la UE, que impiden ejecutar. Europa se ha vuelto a dividir en proalemanes y properiféricos. Y el Reino Unido cada vez más alejado.

Sería una futilidad intentar predecir qué va a ocurrir. Pero basta ver el estado de las finanzas de los estados miembros mediterráneos (incluyo a Francia) para saber que un rescate no sirve, no es suficiente por si solo. Podría atenuar, como un parche, la enfermedad; pero no la curaría.

La casa hay que limpiarla de arriba abajo, hay que barrer la basura escondida debajo de las alfombras, hay que buscar complicidades con los vecinos para que te permitan ser un poco más ruidoso en el proceso de limpieza; pero, limpiar por si solo no sirve para nada, aunque te dejen escobas, aspiradoras y modernos utensilios de limpia y rasca. La casa también hay que empezar a redecorarla, a cambiar muebles, instalaciones eléctricas... En definitiva, a invertir y a apostar por un nuevo modelo futuro. Nos estamos ahogando, reducimos, recortamos y acogotamos a los ciudadanos con impuestos excesivos que coartan el consumo y la inversión, hoy más necesaria que nunca.

El rescate financiero de la deuda española es necesario para reducir el coste de la deuda; recortar es necesario, pero no para quedarnos en el esqueleto. Europa, la Europa mediterránea, requiere un nuevo plan para generar crecimiento inmediato.

Martí Saballs


Muy interesante el comentario de David López-Salido. Parece como si hubiéramos aprendido muy poco o nada de las lecciones de la historia. Por cierto, para más morbo, Mario Monti es uno de los coautores del capítulo “Employment and Growth in Europe: A Two-Handed Approach” del libro al que se refiere (Restoring Europe’s Prosperity, O. Blanchard, R. Dornbusch, R. Layard, eds., MIT Press, 1984). Los otros coautores son Blanchard, Dornbusch, Dréze, Giersch y Layard.

Antoni Castells


La eventual petición de un rescate a la UE por parte del gobierno español se ha convertido en una cuestión que trasciende esa -ya de por sí importante- potencial petición de ayuda. Este rescate se ha convertido en una especie de ensayo sobre la capacidad de la Eurozona para generar mecanismos de solidaridad financiera y avanzar hacia un frente verdaderamente común con la moneda única. Esta especie de tira y afloja entre España -acompañada en cierta medida por Italia y Francia- y otros países del llamado núcleo duro sobre cómo y cuándo debe instrumentarse el rescate no es sino la constatación de que las voluntades en la gobernanza económica europea siguen yendo por detrás de las necesidades reales de la economía.

La falta de equilibrio entre los dos grupos se prolongó demasiado en el tiempo y sólo el Banco Central Europeo rompió esa tediosa falta de concordancia proponiendo el pasado mes de septiembre un programa de compra de deuda (el OMT o Outright Monetary Transactions) en la que se configuraba -de forma algo aséptica pero efectiva- como un árbitro en la medida en que se ofrecía apoyo financiero para reducir las primas de riesgo a cambio de compromisos fiscales a partir de una petición oficial de ayuda. Hay quien podría pensar que tales reglas dejaban a España sin otro remedio (y, tal vez, sin mejor solución) que la petición del rescate pero no es menos cierto que esas reglas parecen también habérseles atragantando a algunos socios europeos porque cada vez que se habla de un compromiso de solidaridad en firme en las últimas semanas -el uso del MEDE como un verdadero cortafuegos, la Unión Bancaria, el rescate de España- ese núcleo duro se revela diciendo que son necesarios primero más sacrificios y compromiso y fían largo su apoyo a estas cuestiones tan esenciales. Por todo ello, cómo se resuelva finalmente la petición de rescate a España revelará no sólo la actitud de los socios europeos ante España sino también buena parte de sus verdaderas voluntades para avanzar en un proyecto de moneda única verdaderamente cohesionado.

Entre tanto, aunque ya sería mucho pedir, no estaría de más que esa gobernanza europea reconociera el fracaso de las políticas de austeridad a ultranza, la necesidad de fijar plazos y condiciones realistas para la consolidación fiscal y dejar algún espacio para políticas de crecimiento.

Santiago Carbó


UNA MIRADA RETROSPECTIVA

A mi juicio, es Europa la que necesita un rescate -- urgentemente; y España (y en menor Italia) es donde Europa se la juega.

Esta primera entrada quiero que sea retrospectiva, pues vale la pena --sobre todo ante tantos informes como los que circulan en actualidad -- poner en perspectiva estos comentarios que hoy parecen relativamente nuevos, pero que son bastante cercanos y conocidos para esta vieja Europa.

En 1984, tras la sacudida de los precios del petroleo, Olivier Blanchard, Rudi Dornbusch, y Richard Layard editaron un volumen que hoy deberia ser referencia obligatoria para entender lo poco que Europa ha avanzado – y por supuesto, lo mucho que Espana necesita a Europa para enfrentarse a un futuro con extrema incertidumbre (incertidumbre economica, financiera, fiscal, institucional, y politica...el verdadero shock o cocktail the shocks que atenazan a las economias desarrolladas).

El comienzo del manuscrito Restoring Europe’s Prosperity tiene una vigencia con la actualidad que merece la pena recordar:

“The overriding facts of 1983 are a world-wide depression of economic activity, a policy apathy, and a hope that the U.S. economic upswing can solve Europe’s problems of recovery. In the meantime, often unwarranted fiscal conservatism stands in the way…. Unemployment is at levels not seen from half a century and….signs of ‘spontaneous forces of recovery’ are sparse…. We place great emphasis on the need of coordinated expansion. A coordinated expansion reduces the costs in terms of budget deficits and external imbalances for the participating countries while rising the extent of the expansion. ….But the advantages of a coordinated expansion must be considered in light of fiscal difficulties that government are experiencing or at least perceiving. ….Recognizing fiscal difficulties and priorities, we argue for an expansion program centered on a transitory stimulus, helping to get the recovery under way. We also point out that in a coordinated expansion weak currency countries can do their part with a minor expansion, so as to leave their external balance or their budget deficit unchanged, thus neither promoting not retarding the EC-wide expansion.”

Esta cita -- reemplazando la referencia a 1984, EC por area del euro, y paises de monedas debiles por paises de la periferia del area del euro -- pareceria escrita para describir la actualidad. Mas aun. En el manuscrito se analizan en detalle las politicas macroeconomicas y de oferta para Europa – y su combinacion; las limitaciones financieras y reales al crecimiento sostenido en Europa, la necesidad de responsabilidad fiscal y sostenibilidad de las finanzas publicas como motor del crecimiento, los determinantes del empleo, asi como el papel del deficit fiscal Americano para la evolucion del dolar y Europa. Vale la pena leerlo para entender que el ‘tiempo’ es no solo relativo sino ‘valioso’ muy ‘valioso’…y a Europa no lo que da mucho mas.

Que el area del euro avanze en la coordinacion de sus politicas fiscales como germen de un presupuesto europeo (sin el cual no puede entenderse un banco central que ejecute una politica monetaria comun), asi como que – de forma decidida y credible – establezca las bases de una union bancaria en la que el BCE juegue el papel de supervisor supranacional y prestamista de ultima instancia (sin la cual no puede entenderse un banco central que ejecute una politica monetaria común), constituyen condiciones necesarias – pero no suficiente – para que Espana pueda utilizar el programa (ese rescate que como un fantasma recorre Europa) para asi garantizar las fuentes de un crecimiento sostenido del que se pueden beneficiar las generaciones presentes y especialmente las futuras.

PD. Lamento los acentos, pero estoy usando un teclado americano para este primer comentario. Prometo corregirlo.

David López-Salido


Claro que España está lista para el rescate. Pero, sobre todo, está necesitada: precisa reducir de forma significativa los tipos de interés con los que financiar la deuda pública. Aun cuando los tipos actuales sean inferiores a los vigentes antes del verano, resultado del anuncio del plan del BCE de llevar a cabo intervenciones en el mercado secundario, siguen siendo excesivamente elevados: apenas permitirían reducir esos 38.600 millones de euros que el gobierno ha consignado como gasto en concepto de intereses en los PGE de 2013.

Es cuando menos imprudente confiar en la continuidad de la “calma chicha “ en la que se encuentran ahora los mercados de deuda soberana y descartar sobre esa base la necesidad de apoyo. La definitiva concreción del rescate, en cualquiera de las modalidades que se siguen barajando ( en definitiva con el respaldo del BCE y la eventual cobertura del ESM) contribuiría a reducir el coste efectivo del endeudamiento publico, que a su vez condiciona de forma significativa el correspondiente en la captación de financiación privada. Idealmente el descenso de tipos debería reflejar la proporción que no esta explicada por los fundamentos económico-fiscales de España, sino por los riesgos de “reversibilidad” en sus distintas posibilidades. Analistas e instituciones situaban esa magnitud antes del verano en el entorno de los 200 puntos básicos para los bonos a 10 años españoles e italianos.

Con independencia de la cuantía concreta que finalmente cediera el tipo de interés, al menos quedaría eliminado el riesgo de retorno a tipos prohibitivos. Frente a una garantía tal, las contrapartidas que debería soportar el gobierno español son , a estas alturas, menores. No solo porque ya se hayan definido ajustes fiscales homologables en cierta medida a los propios de una economía rescatada o intervenida, sino porque ese otro coste, de naturaleza política, el derivado del “estigma ” que conlleva petición de auxilio no parece cotizar electoralmente: los ciudadanos han asumido que la tutela europea es ya muy estrecha.

Que se concrete en una fecha o en otra no parece depender ya, sin embargo, del gobierno español.

Emilio Ontiveros


La única forma que tiene la economía española de ganar la batalla de la credibilidad es cumplir con los compromisos de déficit, con una reducción decidida del déficit estructural, así como con la aplicación de las reformas necesarias para ganar competitividad. Y ello con o sin rescate. No hay atajos...esperemos que el Gobierno esté dispuesto a asumir los costes políticos que ello conlleva. Si no lo hace, será peor para todos. En pro del rescate estaría un efecto que no debe minusvalorarse, como algunos están haciendo, que es rebajar ya, y de forma permanente, el coste de la financiación de la deuda pública y la volatilidad de su evolución. Una forma de mejorar la sostenibilidad a medio plazo de la misma, máxime cuando su volumen está acusando el impacto de los rescates bancarios.

Mª Antonia Monés

 


El Gobierno tiene una razón poderosa para retrasar la petición de rescate: su dificultad para asegurar el cumplimiento de los objetivos fiscales, tanto este año como el que viene, y para aceptar nuevas condiciones que puedan alentar la contestación social. La dificultad para cumplir los objetivos de déficit público proviene, de una parte, de la carencia de un plan coherente y ambicioso de actuación en materia de gastos e ingresos públicos, y de otra, de la resistencia lógica a avanzar por la vía de la reducción del gasto, que provocará un mayor deterioro de la situación económica y crecientes protestas de la población. La vía de aumento de los ingresos tampoco parece fácil sin cambios profundos en las bases de la actual fiscalidad, pero al final será necesario transitarla. La vía lógica de resolución de estos conflictos es una UEM dispuesta a entender las dificultades, y con una menor obsesión por la austeridad. Pero no es la que tenemos hoy y este es un grave problema adicional.

Rafael Myro


Parece haber un consenso general en lo que se refiere a la petición de rescate por parte del Gobierno: debería pedirse el rescate lo antes posible, ya que la situación hace imprescindible disponer de fondos adicionales en el muy corto plazo. Hay que tener presente, por otra parte, que esta situación es conocida por las autoridades, y que es probable que la demora de la petición se deba a consideraciones tácticas, es decir, al deseo de obtener la ayuda con un mínimo de servidumbres adicionales. Dicho de otro modo, el Gobierno debe tener sus razones, y, sin conocerlas, quizá sea imprudencia sumarse al coro general, que no hay que suponer sea desinteresado.
 
Alfred Pastor